ACOMPAÑAR EN TIEMPOS REVUELTOS
Elisabet Marco Arocas. Fundación Amigó. Vocalía Emancipación
En el ámbito del trabajo social y de la educación social, es bastante común hablar del acompañamiento. Como idea, está presente en diversas perspectivas teóricas y en los discursos y prácticas profesionales relacionadas con la atención de las personas. Hablamos de acompañamiento para referirnos a un método para trabajar con personas inmersas en procesos vitales de cambio y/o que necesitan apoyo en su inserción social.
Con el propósito de reflexionar sobre el acompañamiento, Israel Alonso y Jaume Funes escribían en 2009 que “acompañar es fundamentalmente la acción de caminar al lado de una persona, compartiendo alguna parte de su vida itinerante (…) acompañar siempre será de maneras diversas, compartir el pan en el camino. Siempre será, sin embargo, una parte de su camino y adoptando la proximidad adecuada, sin ahogar y sin hacer sentir el abandono”. Acompañar, señalaban, no se trata, por tanto, ni de vigilar para impedir equivocaciones, ni de sobreproteger para evitar los riesgos.
El acompañamiento socioeducativo implica, por una parte, hablar de una forma de hacer nuestro trabajo que, indiscutiblemente, reconoce un lugar central a la relación; por otra, implica hacerlo en clave educativa, remite a lo pedagógico y a nuestras competencias para estimular y promocionar los procesos de aprendizaje que acompañamos. No es solo un método de intervención, sino que supone un compromiso social en la forma de hacer con el fin de garantizar la eficacia y eficiencia de nuestras intervenciones profesionales partiendo del respeto a las personas y de su reconocimiento como sujetos. Remite, también, a un derecho: el derecho de las personas a ser acompañadas.
Acompañamiento en la Emancipación
Las personas jóvenes extuteladas que atendemos en los diversos proyectos de emancipación están inmersos en procesos de transición a la vida adulta y autónoma de forma forzada por el contexto institucional. Frente a otras realidades juveniles cuya emancipación ciudadana se dilata en el tiempo, ell@s deben realizar este proceso de forma inmediata. La necesidad de construir bases materiales sólidas para garantizar una adecuada emancipación ocupa un lugar central en los itinerarios de est@s jóvenes, procesos que no operan en un espacio social neutro, sino que se materializan sobre estratificaciones previas vinculadas, fundamentalmente, a la clase social, la etnia y el género.
A la precariedad estructural del mercado de trabajo juvenil y el progresivo empeoramiento del acceso a la vivienda, se unen hoy las consecuencias de la pandemia y su impacto sobre las trayectorias juveniles. Los contextos de crisis son el caldo de cultivo para la proliferación de discursos de odio arraigados en los estereotipos y prejuicios que refuerzan la diferencia social y legitiman la desigualdad social. La juventud ha sido duramente estigmatizada, siendo uno de los sectores poblacionales que más sufre la falta de oportunidades.
La posición que ocupa la juventud en el contexto económico y social actual nos obliga a repensar el acompañamiento en un momento en el que surgen nuevas necesidades y retos. Para dar respuesta a estos, urge la búsqueda de estrategias conjuntas y creativas. Ahora bien, la centralidad que toma la dimensión material en los procesos de emancipación relega las dimensiones simbólicas a un segundo plano. La construcción emocional e identitaria de la juventud es tan importante como el acceso al empleo y la vivienda en una etapa de tránsito y de cambio vital, de incertidumbre y complejidad. Acompañar estos procesos supone fortalecer la capacidad para pensarse y reconocerse, para generar vínculos sociales, para gestionar posibles riesgos, para trazar y rediseñar itinerarios en tiempos revueltos.